DIOS CONOCE NUESTROS MOTIVOS

"Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; 
Pruébame y conoce mis pensamientos"
(Salmo 139:23)
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Cuando una iglesia es lastimada por obreros perversos, el daño para la fe y la vitalidad de tal congregación es sumamente grande. Hay iglesias que duran años para poder levantarse de un golpe semejante.  Cuando visité a la iglesia de Cristo en la Colonia Francisco I. Madero, ella acababa de pasar una crisis muy grande con aquellos que pretendían edificarla; sin embargo, el "trabajo" que estuvieron haciendo por años, fue dañarla y alimentarla con alimento de muy mala calidad que, desde luego, estaba dejando a los miembros con muchas ideas equivocadas al grado de llegar a pensar que la salvación era técnicamente imposible para ellos.  Fue ese estado de necesidad lo que me motivó a visitarla regularmente. Fue su debilidad lo que movió mi corazón para afrontar el reto de levantarla de ese estado deplorable y triste en el que estaba.  

Los hermanos me recibieron con gozo. Me alentaron a seguir visitándoles y a seguir enseñándoles la Palabra de Dios.  Sin embargo, los perversos no tardaron mucho en cuestionar mis motivos.  Comenzaron a esparcir otro rumor de los muchos que ya han levantado en mi contra.  Ahora decían que yo iba tras el dinero de esta iglesia. Que si no era por el dinero, entonces yo no estaría con ellos.  Cuando tales rumores llegaron a mis oídos, una de las primeras lecciones que presenté a la iglesia fue sobre el uso de la colecta, y cómo la iglesia debía usarla para hacer su obra.  No obstante, los hermanos escucharon una enseñanza que nunca habían oído en un predicador actual.  Fui contundente y directo en mi declaración cuando dije, "Mis hermanos, a causa de que he escuchado que estos rumores han cuestionado mis motivos para estar entre ustedes, no puedo recibir ni un centavo de su parte.  Yo sé que ustedes son generosos, y sé que están dispuestos a contribuir en la obra de Dios, y les ruego que me perdonen este agravio, pero no voy a aceptar nada que implique dinero de esta congregación".  Cuando terminé esa enseñanza los hermanos me indicaron que no hiciera caso a tales rumores, que ellos no tenían problema alguno en participar conmigo; sin embargo, me ví forzado a persistir en mi postura, y a no recibir nada de ellos.

Ahora que ha pasado el tiempo, los hermanos han sido testigos de mi conducta y enseñanza para con ellos, y han comprobado por sí mismos que los rumores que pretendían dañar nuestra comunión, no eran sino calumnias de verdaderos obreros fraudulentos, y nuestra comunión y trabajo han sido bendecidos por el Señor. La iglesia ha mejorado en su ánimo, y ha estado trabajando con visitantes y ya tenemos en puerta proyectos de trabajo para seguir haciendo la obra del Señor.

Aún así es lamentable que hermanos en otros lugares estén siendo afectados por comentarios, chismes o difamaciones que algunos levanten en mi contra sin razón alguna.  Y aunque en el momento es causa de tristeza, lo que me mantiene activo y sin cesar en la obra del Señor, es que él conoce mis motivos.  

Si usted, estimado obrero, ha sido calumniado, o difamado, o si alguien a cuestionado los motivos por los cuales está predicando, no deje de hacer la obra por causa de ello. Siga firme en su buena intención de servir al Señor a pesar de las dificultades y daños de quienes quieran verle vencido.  Recuerde, el Señor conoce sus motivos, y si sus motivos son sanos, deje que el Señor haga justicia con usted. El Señor dice, "No temas delante de ellos, porque contigo estoy para librarte, dice Jehová." (Jeremías 1:8).  Adelante, estimado siervo del Señor, ¡Adelante! Dios conoce nuestros motivos...

 

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